jueves, 29 de noviembre de 2012

VIENTOS DE AGUA

Parece que las aguas han vuelto a su cauce y que no me han arrastrado con ellas ,soy de las que no permite que sus heridas me transformen en alguien que no soy aunque me he quedado tan agotada anímicamente que esta semana no me sale escribir pero no he dejado de leer y haciéndolo he encontrado este articulo que me ha parecido tan interesante que no quería dejar de compartirlo con vosotros ;tambien he descubierto en una maravillosa causalidad a un escritor Mexicano, Edel Juarez y del que os dejo también un par de frases . El articulo habla de agua y de fotografía, los que me seguís , sabéis que he publicado ya algunos post con ellas de cuasi protagonistas y hoy vuelven a serlo.Y de fondo Damien Rice y su Cold water como no podía ser de otra manera.
Espero que os gusten. Feliz Fin de semana¡¡

                                               EL MISTERIO DEL AGUA

El agua es el único líquido que al congelarse pierde peso. Si la dejamos fluir libremente en un plano inclinado, por liso que sea, seguirá un curso serpenteante, con un enigmático diseño en espiral. Algunos científicos han aventurado incluso la hipótesis de que acaso pueda registrar en su estructura toda la memoria de la vida sobre la Tierra.

Aproximadamente el 80% de nuestro cuerpo es agua. Podríamos decir pues que estudiar el agua es estudiarnos a nosotros mismos.

Como todos los seres estamos hechos de agua, ésta nos conecta con nuestro pasado, con todos los procesos de creación y con el secreto mismo de la vida en el Universo. En palabras del célebre biólogo Claude Bernard: "Cuando el hombre salió del mar, se llevó el océano consigo".

Recientemente en los círculos científicos se habla de la llamada “memoria del agua”. La idea subyacente es que el agua está influenciada por su entorno, por los materiales que tiene cerca y también por radiaciones y vibraciones capaces de cambiar ciertas características del agua.
En diversas investigaciones se han encontrado pruebas para demostrar la memoria del agua, el agua es capaz de almacenar información y además puede hacerse visible con la ayuda de la fotografía.
La forma de los cristales de hielo cambia dependiendo la naturaleza de la información contenida en el agua. Partiendo de un agua pura y limpia, podemos coger dos muestras iguales y someterlas a una serie de pruebas. Por ejemplo, un recipiente lo someteremos a un tipo de música plácida y el otro a una música estridente, después podemos coger ambas muestras de agua destilada y las congelaremos a 10º bajo cero.
Ahora al observar como se ha cristalizado el agua, fotografiándola, vemos que en los casos que las muestras habían sido sometidas a una intención placentera, positiva, amorosa, etc., presentaban una cristalización perfecta, armoniosa y de gran belleza. Por el contrario, las muestras sometidas a intenciones negativas, odiosas, etc., presentaban una cristalización mínima y subjetivamente eran percibidas como desagradables.
¿Como se puede explicar esto científicamente?
Aparentemente hay alguna variable que se introduce y que escapa a nuestra tecnología. La música, la palabra… ¿la intención?... única variable diferencial en ambas muestras, es capaz de ser registrada por el agua y expresada en forma de distinta cristalización. Y la cristalización es algo tan evidente para cualquier persona que impacta mucho más que otras técnicas empleadas hasta el presente. El agua es el más receptivo de los cuatro elementos y según los estudios reacciona a sucesos no físicos, como por ejemplo, los pensamientos.
Esto que puede parecer una tontería, es bastante revelador ya que nos viene a decir que realmente según el sentimiento que tengamos, nuestros cuerpos adquieren una forma u otra, por la sencilla razón de que nuestro cerebro emite radiaciones o vibraciones que afectan a la estructura del 80% de nuestro organismo, y por supuesto también a la inversa; es decir, según la estructura que tenga el agua de nuestro organismo nos sentiremos de una forma u otra.
Algunos científicos modernos sostienen que los ritmos y los ritos de la Naturaleza, que siguen eternamente el ciclo del agua, lejos de constituir un proceso mecánico, forman parte de un superorganismo viviente, que los antiguos griegos llamaron Gea, entre otros nombre de divinidades. Hoy hablamos de Gaia, en el claustro acuático de esta Madre Tierra en la que vivimos. Más aún: nosotros, como todos los mamíferos, nos desarrollamos, en el período de gestación, sumergidos en un microcosmos acuático, salado y cálido. Y durante el resto de nuestra vida sentiremos una atracción irresistible por el agua, que nos vincula con nuestro origen por partida doble, individualmente y como especie. En todo caso, tanta familiaridad con este elemento ha hecho que la mayoría de las personas no hayan reparado en su extraña singularidad y en los misterios que nos plantea.

Ochocientas veces más densa que el aire, el agua es la única sustancia que, al congelarse, pierde peso. Si fuera al contrario, las aguas marinas se solidificarían y derivarían hacia el fondo, destruyendo la vida. Por el contrario, al permanecer en la superficie, protege la vida del océano, lo que ha permitido una favorable evolución de los organismos vivos. A su vez, este hecho repercute directamente sobre la climatología del planeta y genera una verdadera respiración de la Tierra. El agua, como disolvente universal, posee energía suficiente como para disgregar las rocas más duras y, durante millones de años, ha configurado la orografía de los continentes. Semejante a un gigantesco sistema circulatorio, los ríos, lagos y océanos, sirven como canales constantes de energía, suavizando los contornos y pulverizando lo sólido. En su búsqueda del océano, los ríos transportan materias nutrientes en forma de sedimentos, que se depositan en las orillas, siempre en forma serpenteante; si lo hicieran en línea recta, destruirían a su paso los territorios de su tránsito.

Las experiencias a nivel de laboratorio han demostrado que si se la deja fluir libremente en un plano inclinado, busca siempre modelos dinámicos en espiral, oscilando y girando de forma totalmente imprevisible. Algunos científicos han llegado a pensar que actúa según patrones propios e incluso inteligentes.

Por otra parte, la estructura molecular del agua puede modificarse actuando sobre su temperatura, presión o radiaciones electromagnéticas. Se sabe ahora que no existe una sola forma de agua, sino infinitas variaciones o, tal vez, adaptaciones. Pero mucho antes de que la ciencia moderna hubiera descubierto estas peculiaridades, ya las culturas chamánicas afirmaron que el agua era un ser vivo y que era preciso comportarse con ella con el mayor respeto.

Los experimentos del doctor Jacques Benveniste, audaz defensor de la controvertida hipótesis conocida como "memoria del agua", le condujeron a la certeza de que el agua puede almacenar información electromagnética y biológica, pudiendo ser imprimida con lo que él llamó "zonas de coherencia", que le permiten funcionar como sistemas de comunicación, en la Naturaleza y en la células de los seres vivos. En un reciente artículo, publicado por el ISERN francés, asegura que "... estos resultados indican, sin equívoco, que la naturaleza física del mensaje molecular, actualmente desconocida, es electromagnética. Este mensaje es transmitido y memorizado por el agua polarizada, fenómeno que favorece la transmisión de la señal molecular". En una de sus múltiple experiencias, Benveniste logró proyectar sobre una superficie de agua la imagen luminosa y electromagnética del curare, un potente veneno neurotóxico. Más tarde la daba a beber a ratas de laboratorio y éstas, al poco tiempo, morían con los´síntomas propios de esta sustancia: asfixia y paro cardíaco.

Esa hipótesis de la "memoria del agua" vendría a explicarnos, entre otros enigmas, la extraña eficacia de la medicina homeopática, cuyos procesos curativos siguen constituyendo un gran interrogante, incluso para los especialistas en esta forma de terapia holística y energética. La explicación de las virtudes terapéuticas de los remedios homeopáticos debería buscarse, precisamente, en el agua y su poder holográfico de registrar, almacenar, dinamizar y multiplicar algún tipo de energía sutil, desconocida por la ciencia actual, que ejerce un poderoso efecto sobre los seres vivos, sobre todo en las altas diluciones homeopáticas en las que ya no existen residuos moleculares visibles de la sustancia madre, y que pueden resultar peligrosos si son administrados sin cierta prudencia.

Recientemente, el Dr. Robert Fisher, del Royal London Homeopatic Hospital de Londres, argumenta que "muy probablemente sea la microestructura del agua la que retenga la información referente a las sustancias con las que ha entrado en contacto, e incluso multiplique el efecto terapéutico de éstas". El propio Benveniste manifiesta al respecto: "Los homeópatas utilizan empíricamente estas propiedades del agua... La señal molecular, una vez establecido su origen electromagnético, podrá ser numerable, graduable, modificable, transmisible a distancia y reproducible hasta el infinito. Estos resultados podrían revolucionar la biología y la medicina, y permitir comprender la influencia de los campos electromagnéticos sobre la materia viva".

Las propiedades curativas de ciertas aguas han sido alabadas en todas las épocas. Griegos, romanos y árabes, al igual que ocurría en las grandes civilizaciones asiáticas, exaltaban las virtudes terapéuticas de aguas procedentes de fuentes, manantiales o playas. Cada cultura poseía sus propias "aguas santas", cargadas de simbolismo, relacionadas frecuentemente con apariciones de santos, vírgenes o espíritus de la Naturaleza. En algunos casos, los análisis de estas aguas demuestran su escaso valor en cuanto a contenido en elementos químicos solubles. Pero milenios de experiencia demuestran su legendaria eficacia.
Según Rupert Sheldrake, uno de los mayores heterodoxos de la ciencia actual, este elemento recogería información de todas las tierras y todos los seres vivos a través de los cuales ha fluido. En tal sentido, es posible que el agua conserve el registro ancestral de todos los hechos, toda la historia, todos los sentimientos y pensamientos de la Humanidad y de la vida, desde sus orígenes, y también que sea ella y no el mítico éter la sustancia de que está hecha la memoria de Gaia ("los registros akáshicos" de Rudolf Steiner y los teósofos). Beber un simple vaso de agua alcanzaría así una dimensión sacralizada, que nos vincularía con todo el devenir de la vida, en nuestro planeta y, a través de éste, con todo el Universo.


"El agua de mar de mis células reacciona recordándome que soy mar"
Jacques Cousto







Sería bueno convencerte de las ventajas de tenerme, presentarme un día ante tu puerta y con un catalogo a color venderte la idea de un amor compartido, por semanas, para dos...

...yo sólo pregunto ¿por qué? ¿por quién aguardo? ¿para quién padezco? y, sobre todo, ¿hasta cuándo?


Edel Juárez

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